Los molinos de viento
El inusual caballero y su escudero Sancho viven durante toda la novela muchas aventuras y sucesos disparatados. Sin embargo, en el capítulo VIII nos encontramos con uno de los episodios más famosos de la obra, el enfrentamiento del caballero andante con los molinos de viento.
El siglo XVII, el siglo del Quijote, se desarrolla en el escenario de un mundo marcado por la incertidumbre, el engaño, la contradicción y la inseguridad. A raíz de la crisis económica que se vivía en Europa, el hambre, la miseria y la peste, se produce una gran desigualdad social. El hombre de este siglo ve al mundo de acuerdo a lo que vive, a la riqueza o a la pobreza, a la realidad o a la fantasía. Es una época marcada por las apariencias; las tensiones en las que la gente se ve sumida trastorna la real visión de las cosas y de la sociedad misma.
En el mundo barroco encontramos apariencias, no hay certezas. Este relativismo se refleja en la literatura, y Cervantes lo plasma en su obra.
En el Quijote todo es relativo, cada hecho va a depender del cristal con que se mire. Hay una doble perspectiva: un conjunto de molinos de viento, según la mirada alterada de nuestro caballero, son enormes y malvados gigantes, mientras que el pragmático Sancho, apegado a los valores materiales, le advierte que son molinos.
El soporte y motor de Don Quijote es la ilusión, la defensa de ideales, es por ello que al salir mal herido por el aspa del molino, concluye que los gigantes tienen este aspecto por obra del malvado Sabio Frestón, también causante de la desaparición de su biblioteca.
"La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas"
(Capítulo VIII, Primera parte)
El yelmo de mambrino
En el capítulo I, cuando el hidalgo restaura la vieja armadura de sus antepasados, todo estaba razonablemente bien, excepto la celada, es decir, la parte de la armadura que un caballero lleva en su cabeza. En el capítulo XXI de la primera parte, Don Quijote va a encontrar la ocasión perfecta para reponer esta pieza.
Andando por un camino, junto a Sancho, a lo lejos ven venir a un hombre con una bacía de barbero muy reluciente en su cabeza, cubriéndose con ella de la lluvia.
La exaltada imaginación del caballero andante transforma a ese hombre en un caballero que se acercaba nada menos que con el Yelmo de Mambrino.
Este codiciado yelmo de oro, según las novelas de caballería, pertenecía al rey moro Mambrino, y convertía en indestructible a aquel caballero que lo portase.
Sin dudarlo, Don Quijote, a lomos de Rocinante y blandiendo su lanza, arremete contra el sorprendido barbero, que huye dejando al yelmo caído y el caballero logra poseer su valioso tesoro.
Es en este episodio donde nuevamente se refleja ese contraste entre realidad y fantasía, la cordura y la locura, el idealismo y el realismo.
"Si no me engaño, hacia nosotros viene uno que trae en su cabeza puesto el yelmo de Mambrino"
(Capítulo XXI, Primera parte).